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Trump y Xi Jinping impulsan la nueva revolución industrial


Jorge Castro - Clarin

Por primera vez en tres meses de gobierno y tras año y medio de campaña electoral, Donald Trump proclamó la semana pasada en Ohio —principal estado manufacturero del Medio Oeste— que el objetivo central de su gobierno es lanzar a los Estados Unidos “… a una nueva revolución industrial”.


La nueva revolución industrial es un proceso de reestructuración de la manufactura y los servicios, realizado a través de su completa digitalización y mediante la convergencia de la inteligencia artificial (AI), la Internet de las Cosas (IoT) y la robotización. Esta definición se produjo en la semana de su reunión con el presidente Xi Jinping, que ocurrió el 6 y 7 de abril en Palm Beach (Florida).

La característica de la nueva revolución industrial es su condición de fenómeno global, a diferencia de las anteriores —virtualmente un monopolio de Gran Bretaña, EE.UU. y Alemania—, y tiene ahora a China y EE.UU. como los dos principales protagonistas.

Los líderes de las dos mayores economías del mundo (EE.UU: US$ 18 billones y China: US$ 11,4 billones) establecieron en Palm Beach un nuevo redireccionamiento del comercio y las inversiones entre los dos países, eliminando el superávit comercial chino (US$340.000 millones en 2016) en un plazo de 3/5 años. El superávit de la República Popular equivale a 2/3 del mayor intercambio comercial del mundo, que ascendió el año pasado a US$560.000 millones.

Xi Jinping y Trump decidieron que esta reversión de tendencia se realice primordialmente a través de un aumento de las exportaciones y de las inversiones norteamericanas en la República Popular.

Se trata de un acuerdo histórico, seguramente el acontecimiento central de 2017. Implica un impulso excepcional para la economía global, que ha vuelto a expandirse este año tras un lustro de estancamiento en que creció sólo 3% anual con las tasas de interés más bajas de la historia.

En términos inmediatos, el encuentro de Palm Beach significa una extraordinaria reducción de la tasa de riesgo global, al desaparecer el principal factor de riesgo y de conflicto de la economía mundial este año, que era la posibilidad de una guerra comercial entre EE.UU. y China.

Esta guerra comercial no se produjo y sí, en cambio, hubo un acuerdo completo sobre lo esencial entre las dos superpotencias de esta fase de la globalización. El 6 y 7 de abril cambió la historia del mundo.

Acontecimiento La magnitud de lo sucedido permite caracterizar el encuentro de Palm Beach como uno de los grandes acontecimientos geopolíticos del siglo, equiparable por su importancia — ésta es la metáfora adecuada— con la caída de la Unión Soviética en 1991 o al acuerdo de Yalta de Roosevelt y Stalin en que fijaron las características del mundo de postguerra (7-11 de febrero de 1945).

La cuestión ahora para China y EE.UU. es impulsar el pleno despliegue de la nueva revolución industrial, cuya carencia ha sido la causa fundamental del estancamiento de la economía global en los últimos 5 años.

En 2004, se agotó el anterior ciclo de revolución tecnológica, que es la del procesamiento de la información (IT) y la consecuencia ha sido la débil recuperación de la economía norteamericana, la virtual recesión en Europa y la acentuación de la depresión en Japón.

En términos espaciales, la nueva revolución industrial es un proceso de redespliegue del capitalismo global, cuyo eje está en China a partir de 2008. Lo que está sucediendo, bajo la forma de inversión de capital, es que los clusters de alta tecnología de la República Popular (Cuenca del Yantzé/Shanghai) se integran cada vez más con las expresiones de punta de la nueva revolución industrial en EE.UU.

Esto sucede porque la cuestión es acentuar la intensificación del capital en la economía norteamericana, sobre la premisa —de ahí el boom en Wall Street— de que la única forma de obtener un mayor producto por unidad de medida es multiplicar el capital por hora de trabajo. China fue la principal inversora extranjera en EE.UU. en 2016 (US$46.000 millones).

Esto ocurre cuando la globalización se acelera y se profundiza la integración mundial del capitalismo, arrastrada por el auge exponencial de la digitalización: los flujos de señales digitalizadas aumentaron más de 50 veces en 10 años (250 terabits por segundo en 2016); y el comercio por Internet crece 59% anual, y sería 20% del intercambio global en 4 años.

En Palm Beach ha surgido un nuevo centro de poder mundial, constituido por el acuerdo EE.UU.-China. Su tarea histórica es impulsar un ciclo superior de productividad, una nueva revolución industrial. Después de lo ocurrido en Palm Beach, hay que prever que la nueva revolución industrial alcanzaría su culminación en los próximos 5/10 años; y a partir de allí, el capitalismo daría comienzo a una nueva Onda Larga de crecimiento (40/60 años de duración), la cuarta desde la primera revolución industrial (1780-1840).

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